septiembre 02, 2004

¿Nos hablan los verdaderos etés?

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Pregúntese usted cuál de las dos opciones siguientes es más lógica.

a) Las civilizaciones extraterrestres que pueda haber se desarrollaron obteniendo las transmisiones de radio antes que los viajes interhiperespaciales y por tanto nos enteraremos de su existencia por medio de los radiotelescopios antes de enterarnos porque aterricen en Times Square.

b) Dichas civilizaciones extraterrestres no tienen emisiones de radio, y sin ellas han conseguido crear superturbonaves megapoderosas hiperespaciales de lujo para venir a la Tierra desde una distancia brutal con el único objetivo que los vea cualquier soplapitos y les tome fotos desafocadas, sin comunicarse con científicos, astronautas o líderes políticos.

Como puede ver cualquiera cuya corteza cerebral se encuentre razonablemente intacta, la opción "a)" es mucho más probable y lógica.

Como puede ver cualquiera que no tenga una mala fe monumental y un interés de algún tipo (digamos económico), nadie está asegurando que "estamos solos en el Universo" (acusación a la que son muy proclives los mercachifles de alienígenas). Hay una probablidad real de que no seamos la única forma de vida "inteligente" (cualquier cosa que eso signifique) del universo. Eso es una cosa y otra muy distinta creerle a los que medran con los platívolos.

Eso es lo que han pensado los científicos de verdad que se interesan por la existencia de otras civilizaciones en el universo. Y para eso Carl Sagan promovió y estableció programas de SETI, siglas en inglés de "Búsqueda de inteligencia extraterrestre". Para ello, consiguen, compran y obtienen tiempo en radiotelescopios de todo el planeta para buscar señales de radio que tengan esa peculiar discontinuidad que la inteligencia le da a la realidad.

La cantidad de información que se puede obtener en unos segundos explorando una gran cantidad de frecuencias provenientes de una pequeña zona del universo es grande. Es GRANDE. Vaya, es ENCABRONADAMENTE GRANDE.

Para procesar sólo la información obtenida del megarradiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, y detectar posibles candidatos a emisiones de los etés, miles de voluntarios en todo el mundo (incluido un servidor) hemos "prestado tiempo de proceso" en nuestras computadoras u ordenadores personales instalando un programita llamado SETI@Home (SETI en casa) que funciona como protector de pantalla. Cuando no estamos usando la máquina, este programita descarga por Internet un paquete de datos, los analiza desechando el ruido, selecciona posibles candidatos (de haberlos) y los envía para que a su vez los confirmen los científicos de la Universidad de Berkeley y, en su caso, vuelvan a dirigir el radiotelescopio hacia los más prometedores.

Eso no nos hace, claro, ni miembros del programa SETI ni héroes intergalácticos ni obnubilaciones similares, simplemente dejamos que los que sí saben usen la máquina cuando no la necesitamos. Era la única forma de procesar toda la información sin despacharse el presupuesto entero de varias universidades comprando máquinas gigantescas con enorme capacidad de procesamiento.

(Si usted prefiere esta modesta aportación a la posibilidad de que lo entrevisten en alguna revista de consagración de la estulticia, puede visitar SETI@Home y prestar su máquina a una empresa genuinamente trascendente.)

Todo esto no viene a cuento sólo para demostrar que un programa serio de búsqueda de inteligencias extraterrestres no tiene nada que ver con las bufonescas "alertas OVNI" en las que mentirosos profesionales (sí, como Pedro Amorós, sabemos que lo estaban esperando), simulando que los ayuda un instituto serio, fingen "analizar" supuestas "señales del espacio exterior" que reciben en una antena parabólica que parece que arrancaron de la pared del edificio y que a duras penas puede recibir CNN o la BBC (no, no lo vamos a decir). Hasta ahora, en años y años, el programa SETI de Berkeley ha cubierto sólo la mitad del 1% de todo el cielo visible desde la Tierra. Imagínense qué consigue un primate pomposo con una parabólica de 60 cm una noche de farra con los amiguetes, dejándose admirar, contra la antena del radiotelescopio de Arecibo, que mide 305 metros de diámetro y funciona a diario todo el día.

Pero viene a cuento también porque después de que se han analizado montones y montones de terabytes de ese medio punto porcentual del cielo en miles y miles de ordenadores personales, la revista New Scientist informa hoy que gracias a éstos se ha encontrado una señal que es posible que tenga miga.

La señal en cuestión ha sido detectada tres veces por el radiotelescopio de Arecibo y parece provenir de un punto entre las constelaciones de Piscis y Aries. Si se detecta más veces, puede ser signo de algo muy interesante. Pero los científicos (mucho más prudentes que los lengualargas de la fruslería) deberán primero determinar que no se trate de un fenómeno astronómico hasta ahora desconocido (recuerdan sin duda que una señal así fue la que nos reveló la existencia de los pulsares) o un error propio del diseño del radiotelescopio.

O sea, aún si la señal está allí, hay que estudiarla de verdad sin gritar que eté telefoneó a casa, no hacer como los casos clínicos que, enfrentados a una lucecita que su ignorancia no alcanza a identificar, corren a escribir un libro diciendo que los marcianos llegaron ya (como decía aquél chachachá de los años 50).

La noticia, pues, sirve para dos cosas: para entusiasmarnos ante la posibilidad real de que se consiga detectar una señal de inteligencia fuera de nuestro planeta (sobre todo siendo tan escasas las señales de inteligencia dentro de él), lo que sería una de las mayores noticias de la historia humana, y para comparar cómo se aproximan a un hecho, por un lado, los científicos que estudian para ello y en ello trabajan, y los advenedizos engreídos que creen en hadas y buscan el aplauso fácil.