diciembre 21, 2004

La predicción del pasado

[NOTA: PARTICIPE en la recopilación de las "Predicciones para 2005" que se vaya encontrando en los medios. Predicciones de España, México, Argentina, cualquier otro país latinoamericano, Estados Unidos... ¡todas las predicciones valen! Necesitamos la predicción completa, el nombre del supuesto adivinador, el medio, la fecha de publicación y, en el caso de medios impresos, de ser posible la imagen del artículo de prensa escaneado. Envíe las predicciones por correo electrónico aquí, ya sea con su nombre o anónimamente y nos comprometemos a publicar las menos vagas aquí en enero y, dentro de un año, todos nos divertiremos enormidades viendo los resultados de los "poderes paranormales" del charlatanaje adivinante.]

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Una de las prácticas ocultistas más difundidas en los medios de comunicación generales es la de la adivinación. Los medios impresos publican horóscopos en cada número, los "videntes" se pasean por donde los dejan, radio, televisión, revistas; cualquier gato se llama "astrólogo" y, cada año, por estas fechas, los personajes del mundo del ocultismo se aparecen para ofrecer sus "predicciones" para el año siguiente, con lo cual se aseguran publicidad gratuita y un poco de credibilidad para llevar a incautos a sus expendios de horóscopos, tarot, videncia, bolas de cristal y otros tipos de parafernalia que, supuestamente, les permiten ver lo que va a pasar en el futuro.

Vaguedad, contradicciones y amplio espectro


Generalmente, las predicciones que se nos ofrecen en los medios son tremendamente vagas. Por ejemplo, adivinar que el año próximo "morirá un personaje del cine" no demanda precisamente poderes preternaturales ni mucho menos. Lo mismo pasa con los terremotos, accidentes aéreos, inundaciones, enfrentamientos armados y otras desgracias que suelen anunciar, siempre sin precisar nada para que, a la vuelta de un año, puedan afirmar que "acertaron".

Es muy distinto decir: "habrá un terremoto que causará cientos de muertos", que no es una predicción, sino una suposición razonable, a decir: "el 19 de septiembre a las 7:19 de la mañana habrá un terremoto de 8,1 grados en la escala de Richter en el centro de México, con epicentro delante de las costas de Guerrero, afectando especialmente a la ciudad de México, D.F., donde habrá miles muertos y decenas de miles de heridos".

La primera predicción, además de ser vaga y boba, no sirve para un carajo. La segunda, si algún supuesto adivinador la hubiera hecho, nos habría permitido a los mexicanos prepararnos, movilizar medios médicos, organizar equipos de rescate y disminuir el número de muertos y heridos que tuvimos que padecer en septiembre de 1985.

Pero los adivinadores nunca avisan del futuro.

Otro truco común de los adivinadores es hacer una previsión razonable y repetirla año con año hasta que se haga realidad. Por ejemplo, el adivino argentino Octavio Aceves se hizo conocido en España por predecir diciembre a diciembre que el año próximo se casaría el Príncipe Felipe, heredero de la corona española. El pequeño cuentero repitió y repitió la predicción hasta que, en mayo de este año, el príncipe se casó, con lo cual el agorero armó gran alharaca advirtiendo que "él había predicho con precisión la boda real".

La moda ahora es predecir la muerte del Papa y la de Fidel Castro. Año con año, más de un adivino la profetiza, y algún día le atinarán porque, aunque parezca que ambos impresentables son inmortales e inevitables, tarde o temprano nos dejarán descansar en paz.

El tercer truco para tener éxito en las predicciones de fin de año es hacer muchas, muchas, si posible ofreciendo algunas contradictorias en medios o momentos distintos (esto es más frecuente de lo que parece). Si se hacen suposiciones razonables referidas a asuntos de interés general (desde desastres hasta el mundo de los famosos y famosillos), o si se hacen adivinaciones contradictorias, el azar hará que algunas se cumplan, lo que el adivino en cuestión procederá a publicitar para atraer clientes, mientras que misericordiosamente olvidará la gran mayoría de otras predicciones que hicieron y que no se cumplieron.

Algunos ejemplos prácticos


La tal "Aramís Fúster", especie de mascarón de proa del sector de los charlatanes esperpento, aseguraba el año pasado encantada de la vida que, en el mundo del "famoseo" español pasaría lo siguiente: "David Beckam (jugador inglés del Real Madrid) se ligará a una españolita", cosa que no ocurrió; "Belén Esteban (ex esposa del torero Jesulín de Ubrique) encontrará al hombre de su vida", cosa que según los que viven del mundo del "corazón" tampoco pasó, y "Carmen Bazán (madre del torero Jesulín de Ubrique) se reconciliará con Humberto (padre del torero)", cosa que ocurre que tampoco se dio, sino que siguen aventándose los platos a la cabeza, como corresponde a quien vive de contar historias por los medios "del corazón".

Tres predicciones, tres fallas clamorosas.

El fenómeno se repite igual en todos lados. En Chile, una tal Paula González "adivinaba" que a Arafat le quedaban años de vida. ¿Se acordará de su predicción? En esa misma página Web, un tal Jaime Hales dice que quizá Arafat dejará el poder, "pero contento y con la satisfacción de haber encontrado quien asuma su tarea más positivamente". María de los Ángeles Lazo, otra adivina chilena y autora de Editorial Planeta, dice allí mismo, sobre el conflicto palestino: "para fin de año, corre plata y aunque los palestinos no quedarán del todo satisfechos, de alguna manera se llegará a un cese de las hostilidades".

Pamplinas a dos manos, pues.

Los agoreros o profetillas nunca dan para más.

Lo que ocurre es que, en ocasiones, los medios de comunicación hacen gala de una ingenuidad a toda prueba y le creen a algún adivinador cuando dice que predijo con precisión cierto hecho.

El ejemplo de libro de texto de esta multiplicación de los cuentos es Jeanne Dixon, que desde 1963 hasta su muerte en 1997 ordeño el cuento de que "había predicho el asesinato de John F. Kennedy".

No lo predijo.

Lo que dijo en 1956 fue: "Por lo que se refiere a las elecciones de 1960, la Señora Dixon piensa que estará dominada por el sector laboral y las ganará un demócrata. Pero será asesinado o morirá en el puesto, aunque no necesariamente en su primera período presidencial".

Que gane un republicano o un demócrata es una probabilidad del 50%, de modo que predecir el triunfo de uno es una apuesta bastante más segura que jugar a la ruleta, apostar en el hipódromo o jugar al póker.

La probabilidad de que un presidente estadounidense muriera estando en el puesto era, en 1956, de 7 contra 3, lo cual sigue siendo mucho mejor que la ruleta o el hipódromo o el pókar.

Pero Jeanne Dixon, como la mayoría de las aves de su plumaje, aseguraba sus apuestas. Tiempo después, aseguró que el ganador en 1960 sería Richard Nixon (el republicano que perdió ante Kennedy). Y en 1960 declaró tan oronda que "John F. Kennedy fracasaría en su intento por ganar la presidencia".

Ganara quien ganara, Jeanne Dixon "acertaba". Es una variante de la coartada paranormal.

Pero como Kennedy fue asesinado, la Dixon se apresuró a desenterrar su predicción de 1956 mientras con las patitas traseras enterraba las otras. Eso le permitió vivir como una verdadera sanguijuela de la muerte de Kennedy los siguientes 34 años. Vendió miles de consultas adivinatorias y constantemente la llamaban los medios estadounidenses para que hiciera predicciones tan acertadas como las siguientes:
  • los soviéticos llegarían antes que los estadounidenses a la Luna
  • la Tercera Guerra Mundial empezaría en 1958
  • un holocausto en los años 80
  • Roma se convertiría en el centro cultural, educativo y religioso del mundo
  • un niño nacido en 1962 uniría a todas las religiones
  • habría una cura para el cáncer en 1967
  • y habría paz mundial para el año 2000.

Si las profecías de Jeanne Dixon eran esencialmente una basura rodeada de muy buen rollito y mucha alharaca mística, apoyo de medios nunca sospechosos de escepticismo y una sólida labor publicitaria como la que entusiasma a los adivinadores en general, su ejemplo no ha pasado desapercibido.

Reescribir el pasado


Si no se puede predecir el futuro (y hay buenas razones en la física para sostener que el futuro no existe aún y por tanto no puede verse), lo que se puede hacer es alterar el pasado para que parezca que predijimos el futuro.

La forma más simplona de esta alteración del pasado es la interpretación delirante de las profecías. En esto son expertos los que viven aferrados a la ubre de Michel de Nostradamus, el charlatanazo francés del siglo XVI.

Para no abundar demasiado en la historia de Nostradamus, baste recordar que, como sus clientes eran franceses, se dio vuelo escribiendo profecías de la derrota atroz que sufriría Isabel I de Inglaterra, cosa que no ocurrió nunca. Luego de hacer el ridículo algunas veces con predicciones muy precisas, Nostradamus optó por escribir cuartetas en francés arcaico caracterizadas por su vaguedad, de modo que nadie lo podía acusar de fallar otra vez.

A lo largo de los siglos, numerosos expertos se han especializado en el arte de reinterpretar a Nostradamus para "demostrar" que "predijo" hechos ocurridos en el pasado. Por ejemplo, después de surgir la amenaza de Hitler, los expertos aseguraron que lo había predicho (haber avisado antes, muchachos, que eso fue un desastre) e incluso llegaron a afirmar que el nombre del río Hister era en realidad una forma "oculta" (a saber para qué) del nombre "Hitler".

A toro pasado, los expertos han hecho que Nostradamus lo prediga todo. Lo que nunca han conseguido hacer es darnos una profecía que describa el futuro con alguna precisión.

La alteración del pasado, la reinterpretación de las adivinaciones y la vaguedad son y siguen siendo el elemento central del que viven los adivinos.

En la mayoría de los casos, sin embargo, se limitan a mentir diciendo que predijeron algo que en realidad no predijeron. ¿Quién lo va a comprobar?

La explotación de una debilidad humana


La esencia de su éxito es el deseo del hombre por controlar el futuro, por tener una ventaja en la apuesta que es la vida, por tener firmes las riendas de su existencia y la de la gente a su alrededor. No es extraño que personas en posición de poder acudan a distintos adivinos para sustentar sus decisiones y tratar de garantizar su lugar en la historia. Julio César usaba augures que "leían" las entrañas de las aves. Ronald Reagan tenía a una astróloga Joan Quigley (que sigue anunciándose como "astróloga presidencial") para que dijera a qué hora debía despegar su avión o invadir un país, pese a que la supuesta clarividente no le avisó al presidente del pequeño detallito de que un loco iba a atentar contra su vida, cosa que sin duda habría sido un detalle. En México, Carlos Salinas (que durante su presidencia se encargó de imponer el neoliberalismo en México duplicando el número de pobres y multiplicando por 15 el número de millonarios en dólares, gracias Carlos) y su familia acudían a una bruja y adivina llamada "La Paca", que influyó nadie sabe cuánto en las decisiones tomadas por el presidente de 1988 a 1994.

Son sólo ejemplos.

Los que no somos poderosos en lo político o en lo económico, no por ello dejamos de tener buenos motivos para querer conocer el futuro. ¿Podremos seguir sobreviviendo decentemente con nuestro trabajo o nos espera un desastre que podríamos evitar? ¿Podremos ligarnos a la pareja deseada? ¿Aprobaremos el examen? ¿Nos aumentarán el sueldo?

El futuro y sus incertidumbres conforman una debilidad y una amenaza para todos nosotros. Con una pequeña dosis de credibilidad, es sencillo que cualquier persona, sin importar su cultura, educación, profesión, etc., caiga en manos de un adivino.

Sobre todo porque los adivinos, cuando funcionan en la consulta personal nunca cesan de halagar y alabar a sus víctimas. A nadie le amarga un dulce, y a la mayoría de la gente la seduce fácilmente una persona que nos diga que somos maravillosos, que todo irá bien, que nuestros defectos son virtudes y nuestras virtudes son excelsas, que nuestro futuro es luminoso, que nos aman, que seremos ricos y demás.

Pero para llegar a tenernos cautivos en su "consulta", realizando algún ritual adivinatorio de las muchas docenas que existen, desde la astrología hasta el tarot, desde la quiromancia (leer las líneas de la mano) hasta la belomancia (adivinación por medio de flechas) o la mirmomancia (adivinación por las arrugas de la frente), el adivinador debe publicitarse.

Y no hay mejor oportunidad para publicitarse que el fin de año.

Así que estemos atentos a las maravillosas predicciones para 2005 del charlatanaje.